Las infecciones vaginales representan uno de los problemas de salud ginecológica más comunes en mujeres de todas las edades, de ahí la importancia de los chequeos ginecológicos regulares y la asistencia a una clínica ginecológica para un correcto diagnóstico y tratamiento. Pese a su alta incidencia, persisten confusiones sobre sus mecanismos patogénicos, métodos diagnósticos y estrategias terapéuticas. Esta revisión expone de manera sistemática los aspectos fundamentales de las infecciones vaginales basándose en la literatura científica actual.
Clasificación de las Infecciones Vaginales
Desde un punto de vista clínico, las infecciones vaginales se agrupan según el agente etiológico. Las principales categorías son:
Vaginosis bacteriana: Alteración de la flora normal con sobrecrecimiento de bacterias anaerobias.
Candidiasis vulvovaginal: Infección por hongos, principalmente Candida albicans.
Tricomoniasis vaginal: Enfermedad de transmisión sexual causada por el protozoo Trichomonas vaginalis.
Vaginitis viral: Menos frecuente, asociada a virus como el herpes simple.
Existen además causas menos comunes como infecciones por micoplasmas, clamidia o neisseria gonorrhoeae, cada una con particularidades diagnósticas y terapéuticas.
Fisiopatología de las Infecciones Vaginales
El ecosistema vaginal está dominado por especies de Lactobacillus, que mantienen un pH ácido (alrededor de 4) mediante la producción de ácido láctico, inhibiendo el crecimiento de microorganismos patógenos. La alteración de este entorno favorece la colonización y proliferación de patógenos oportunistas.
En la vaginosis bacteriana, la disminución de lactobacilos facilita el ascenso de bacterias anaerobias como Gardnerella vaginalis. En la candidiasis, los cambios hormonales, el uso de antibióticos o condiciones de inmunosupresión permiten la transformación de Candida de forma comensal a patógena. La tricomoniasis, en cambio, implica la transmisión directa de un organismo patógeno exógeno.
Factores de Riesgo Asociados
Diversos factores han sido identificados como predisponentes para las infecciones vaginales:
Uso reciente de antibióticos de amplio espectro.
Actividad sexual sin protección.
Alteraciones hormonales (embarazo, menopausia, tratamientos hormonales).
Enfermedades sistémicas como diabetes mellitus.
Higiene íntima excesiva o uso de productos irritantes.
Inmunosupresión, tanto primaria como secundaria a terapias farmacológicas.
El análisis multifactorial es esencial, dado que la mayoría de las infecciones resultan de la interacción entre varios de estos factores.
Manifestaciones Clínicas y Diagnóstico Diferencial
Aunque las infecciones vaginales comparten síntomas comunes, ciertos signos permiten orientar el diagnóstico:
Vaginosis bacteriana: Flujo blanco-grisáceo, mal olor a pescado (tras prueba de aminas).
Candidiasis: Flujo espeso tipo «requesón», intenso prurito, disuria externa.
Tricomoniasis: Flujo verde-amarillento espumoso, prurito severo, dispareunia.
El diagnóstico diferencial debe considerar también patologías no infecciosas como dermatitis de contacto o enfermedades dermatológicas vulvares.
Herramientas Diagnósticas
El diagnóstico clínico puede apoyarse en:
pH vaginal: Elevado (>4,5) en vaginosis bacteriana y tricomoniasis; normal en candidiasis.
Microscopía en fresco: Identificación de clue cells (células guía) en vaginosis, levaduras en candidiasis o protozoos móviles en tricomoniasis.
Test de aminas (prueba de Whiff): Positivo en vaginosis bacteriana.
Cultivos específicos y PCR: Fundamental para confirmar infecciones mixtas o resistentes.
La disponibilidad creciente de técnicas moleculares ha permitido diagnósticos más rápidos y precisos, mejorando el enfoque terapéutico.
Tratamiento y Abordaje Terapéutico
El tratamiento varía según la etiología:
Vaginosis bacteriana: Metronidazol o clindamicina por vía oral o tópica.
Candidiasis vulvovaginal: Azoles antimicóticos (fluconazol oral o clotrimazol tópico).
Tricomoniasis: Metronidazol oral en dosis única o dividida.
La resistencia a los tratamientos estándar, especialmente en candidiasis recurrente y tricomoniasis, es una preocupación creciente que ha impulsado la búsqueda de nuevos agentes antifúngicos y antiprotozoarios.
Además del tratamiento farmacológico, es fundamental:
Tratar parejas sexuales si es necesario (especialmente en tricomoniasis).
Evitar factores predisponentes.
Recomendar revisiones posteriores para asegurar la resolución clínica y microbiológica.
Prevención de las Infecciones Vaginales
Las estrategias preventivas se basan en preservar la homeostasis vaginal:
Promover el uso racional de antibióticos.
Educación sobre higiene íntima adecuada.
Fomento de prácticas sexuales seguras.
Diagnóstico y tratamiento precoz de infecciones asintomáticas.
Recientemente se ha investigado el uso de probióticos vaginales y orales como medida adyuvante para restaurar la microbiota natural tras el tratamiento de infecciones, aunque su eficacia requiere aún validaciones más extensas y elegir un buen ginecólogo para llevar un tratamiento adecuado frente a cualquier síntima.